domingo, noviembre 28, 2004
"Mantente Firme en los viejos sueños"
Al principio pensé que era simplemente un tipo desaliñado y bastante egolatra; eso fue años atrás. Mi relación con él durante los años ha sido de un intercambio asombroso; he logrado formarme con sus imágenes y palabras, hasta llegar a rogarle por inspiraición para llenar una hoja en blanco. Si, sin ser viseral, Il maglior fabbro es mi sombra ebria, la voz que creo escuchar en el viento.
El viejo Ez me enseñó la palabra compromiso, compromiso con lo nuevo y lo viejo: make it new, hacer nuevo lo viejo. Porque progreso no sólo es arrasar, es conservar y "crehacer". Quizás, él habría vivido en este pueblo desgraciado y, al igual que yo, habría llorado con su estado actual. No hay duda que existe una conección entre nosotros, entre nuestros pueblos...él vivió donde mis antepasados dejaron todo; hablo de Rapallo en Génova.
Algunos piensan que la vida es sólo praxis, conozco a muchos que viven así, pero cómo no delaitarse con el delicado posamiento de un pie femenino en una servilleta...cómo no llorar leyendo a Pound, imposible. Eso pasa con muchos escritores, pero Ezra Pound es un poeta de todo momento...de arrepentimientos, de lucha, de conversación, de erudicción, de aprendizaje, de amor, amor, amor.
El Dante del siglo XX abre la poesía de lengua inglesa, y mundial, con una obra tan monumental y compleja que muchas veces se hace sobrehumana: The Cantos. Y él saco de la pobreza a Hemingway, él hizo que James Joyce publicara el Ulises, él corrigió "The Wasteland" de T.S. Eliot, él trajo el haiku, a Confucio y la poesía oriental a occidente. ¿Qué sería de uno sin Pound? Se puede vivir sin él, no hay duda de aquello, simplemente a mí se me hace imposible no tener un maestro y conversar cada noche con él. Simplemente...
M'amour M'amour
¿qué es aquello que amo
y dónde estás?
Que perdido mi centro
luchando contra el mundo.
Los sueños caen
y se ajan
y yo, que quise construir un paraíso
terrenal
Canto LXXXI "Sólo lo que amas de verdad permanece...Sólo lo que amas de verdad no te será arrebatado: en ello radica tu verdadera herencia."
Al despedirse de un amigo
Montes azules al norte de las murallas,
blanco río moviéndose por ellos;
aquí debemos separarnos
e irnos a través del pasto muerto por mil millas.
Mente como una nube amplia que flota,
puesta de sol como separación de amigos antiguos
que se inclinan por sobre sus manos cogidas a distancia
Nuestros caballos se hacen las venias
mientras nos separamos
"No hay números en el reloj
y he perdido mi fuente
ya no sé Old Ez,
ya no sé por qué se duerme la noche"
No pude asirlas Old Ez
lunes, noviembre 15, 2004
Nadja
De esos libros es, de los que una vez terminados no deseas volver a las cuatro paredes de tu conciencia; quieres estar en Paris en ese momento, tomar el bus que más cerca te deje del manicomnio en el que ella fue internada y gritar, aferrado a la puerta de entrada, "¡Nadja, te amo! ¿Te podré encontrar otra vez? ¡Quiero tu brazo de fuego sobre el mar!".
Nadja es de esas mujeres que no son mujeres, que son más que mujeres, son seres féminos que encarnan el arquetipo de la sacerdotisa, de iniciadora, de poeta, de amor eterno. Pero no, no se la puede poseer, y André Bretón lo sabe. Hay que dejarlas ir, deleitarse con el sufrimiento de su pérdida y, si es que eres afortunado, escribir, escribir sobre ella, sobre sus maravillas. Ella es su significado -Nadja: el comienzo de la palabra esperanza en ruso-, esa minne, o musa inspiradora de los trovadores medievales, de la poesía de Holderlin, la Lidia de Pessoa, la Reina de Saba de Salomón.
Ella es suma sabiduría, surrealismo en acto, una Leonor de Aquitania perdida en la plaza Dophine, es el alma errante, el alma errante de nuestro sueños. Jung decía en el prólogo a las Visitas de la Reina de Saba de Miguel Serrano, que no se la puede poseer, pues la muerte es el único destino de emprender la grandiosa empresa de poseer la fantasía poética y la encarnación del mito, de la madre de las madres.
.
Sirena. Es la Sirena que grita a Ulises su destino, el fin de su Odisea. Los sucesos cuando la conozcas adquerirán más sentido, habrán conecciones entre todos ellos; ocurrirán eventos inesperados con personajes salidos de quién sabe que recodo del infierno de Dante, y se instalarán ahí, serán actores y videntes de tu viaje, pero ella...ella siempre estará, aprisionada en tus recuerdos, viviendo su poesía en la tuya, vestida de rojo y negro, jugando a escapar.
Nadja es de esas mujeres que no son mujeres, que son más que mujeres, son seres féminos que encarnan el arquetipo de la sacerdotisa, de iniciadora, de poeta, de amor eterno. Pero no, no se la puede poseer, y André Bretón lo sabe. Hay que dejarlas ir, deleitarse con el sufrimiento de su pérdida y, si es que eres afortunado, escribir, escribir sobre ella, sobre sus maravillas. Ella es su significado -Nadja: el comienzo de la palabra esperanza en ruso-, esa minne, o musa inspiradora de los trovadores medievales, de la poesía de Holderlin, la Lidia de Pessoa, la Reina de Saba de Salomón.
Ella es suma sabiduría, surrealismo en acto, una Leonor de Aquitania perdida en la plaza Dophine, es el alma errante, el alma errante de nuestro sueños. Jung decía en el prólogo a las Visitas de la Reina de Saba de Miguel Serrano, que no se la puede poseer, pues la muerte es el único destino de emprender la grandiosa empresa de poseer la fantasía poética y la encarnación del mito, de la madre de las madres.
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Sirena. Es la Sirena que grita a Ulises su destino, el fin de su Odisea. Los sucesos cuando la conozcas adquerirán más sentido, habrán conecciones entre todos ellos; ocurrirán eventos inesperados con personajes salidos de quién sabe que recodo del infierno de Dante, y se instalarán ahí, serán actores y videntes de tu viaje, pero ella...ella siempre estará, aprisionada en tus recuerdos, viviendo su poesía en la tuya, vestida de rojo y negro, jugando a escapar.
sábado, noviembre 13, 2004
Perdido en el ser
No entiendo por qué dejé de escribir aquí. No entiendo
Dedió ser el tiempo, pasajero infame, polizonte de mi quehacer, que me ha varado en la misma playa que no he terminado construir.
La búsqueda ha sido complicada. He perdido muchos hombres, nombres, segundos, imágenes. Quizás la misma Reina de Saba haya pasado frente a mi embarcación, con sus tesoros africanos adornando su moreno cuerpo, mientras yo, sumido en la carta de navegación, ignoré su presencia como si fuera una insignificante gaviota.
Me disculpo, especialmente con Israel.
Publicaré en esta página algunos poemas, que enviaré dentro de una botella a la isla más próxima. Desde ahí ustedes escucharán los gritos de sorpresa de los marinos y de las doncellas siempre dadas a husmear entre las cartas ajenas.
Acerca de las cartas; "Si, colecciono cartas de amor sin ser yo el espíritu de sus letras". No lo niego, encontré hace poco una serie de cartas arrojadas al mar como si sargazos fueran. "Las encuentro tiaradas en los buses, en los trenes, en los cerros, a las afueras de los colegios y liceos, en las baldosas bicolores de las tabernas y edificios públicos". Como también he encontrado fotos pavimentando la acera. ¿Será olvido? "cartas de amor de triste vocabulario, de olvidada ortografía, de un amor que es juntarse y despedirse." Quizás para mí sean pero dirigidas a otros nombres que antes fui, en los que me hube. "¿Cuántos estoy dentro? ¿Cuántos estoy siendo? Tiempo." Nuevamente el anciano infame, ese ser dinámico. Si mensajes pueden enviar a través de él, pídoles que si saben de alguna carta perdida, hagan llegar lo que de ellas sepan, y tal vez, con esto el tiempo, disfrasado de viento, me acerque a las costas de las que he estado separado, sin verlos, sólo siendome, aislado en mi quehacer.
Mis disculpas
*Lo que aparece entre comillas son estractos de un poemilla sin título que escribí hace algunos días. "¿Cuantos estoy dentro...?" es también una frase de un poema, que es más bien una logopeya o reflexión acerca de la filosofía vital de Ortega y Heidegger.
Dedió ser el tiempo, pasajero infame, polizonte de mi quehacer, que me ha varado en la misma playa que no he terminado construir.
La búsqueda ha sido complicada. He perdido muchos hombres, nombres, segundos, imágenes. Quizás la misma Reina de Saba haya pasado frente a mi embarcación, con sus tesoros africanos adornando su moreno cuerpo, mientras yo, sumido en la carta de navegación, ignoré su presencia como si fuera una insignificante gaviota.
Me disculpo, especialmente con Israel.
Publicaré en esta página algunos poemas, que enviaré dentro de una botella a la isla más próxima. Desde ahí ustedes escucharán los gritos de sorpresa de los marinos y de las doncellas siempre dadas a husmear entre las cartas ajenas.
Acerca de las cartas; "Si, colecciono cartas de amor sin ser yo el espíritu de sus letras". No lo niego, encontré hace poco una serie de cartas arrojadas al mar como si sargazos fueran. "Las encuentro tiaradas en los buses, en los trenes, en los cerros, a las afueras de los colegios y liceos, en las baldosas bicolores de las tabernas y edificios públicos". Como también he encontrado fotos pavimentando la acera. ¿Será olvido? "cartas de amor de triste vocabulario, de olvidada ortografía, de un amor que es juntarse y despedirse." Quizás para mí sean pero dirigidas a otros nombres que antes fui, en los que me hube. "¿Cuántos estoy dentro? ¿Cuántos estoy siendo? Tiempo." Nuevamente el anciano infame, ese ser dinámico. Si mensajes pueden enviar a través de él, pídoles que si saben de alguna carta perdida, hagan llegar lo que de ellas sepan, y tal vez, con esto el tiempo, disfrasado de viento, me acerque a las costas de las que he estado separado, sin verlos, sólo siendome, aislado en mi quehacer.
Mis disculpas
*Lo que aparece entre comillas son estractos de un poemilla sin título que escribí hace algunos días. "¿Cuantos estoy dentro...?" es también una frase de un poema, que es más bien una logopeya o reflexión acerca de la filosofía vital de Ortega y Heidegger.
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